Muchas veces, con un ascenso, van aparejadas otras cosas que no te esperabas además de la mayor responsabilidad, el mayor sueldo y quizás otras funciones de diferente capacidad a las que venías realizando. Especialmente si se trata de un caso de ascenso dentro del mismo departamento. Pasas de tratar a tus antiguos colegas como un «igual» a ser su «superior». Eso puede conllevar algún conflicto. Y no solo con las otras personas, sino también contigo mismo. Pensar que no tienes la preparación suficiente o que no te mereces ese puesto pueden ser algunas de las sensaciones que aparezcan y que desconocías con anterioridad a ese ascenso. Por eso, muchas veces surge una pregunta: ¿Cómo ser jefe de tus antiguos compañeros?
En El País Retina han entrevistado a la directora de Idein, Elisa Sánchez, para hablar de las dificultades que pueden venir con un ascenso, como por ejemplo, la aparición del ‘Síndrome del Impostor’.
La inseguridad que acarrea hace que se tomen menos riesgos. “Sentirte fuera de lugar y pensar que no eres capaz de cumplir con tu puesto te hace más conservador, por eso es raro que quienes viven esta situación se arriesguen o tengan confianza para pedir lo que necesitan”, explica Elisa Sánchez, coordinadora del grupo de salud laboral del Colegio de la Psicología de Madrid. “Así que es habitual que trabajen por debajo de su potencial. Se conforman”. También es habitual que tengan mucha dedicación al trabajo, tapen sus debilidades y consideren un problema sus imperfecciones. (…)
Transmitir que se tienen esas habilidades es una de las claves que puede ayudar en este proceso. Para conseguirlo, hay que redefinir las relaciones dentro del grupo y la forma de comunicarse. “Lo que ocurre es que se quiere seguir teniendo una comunicación de colega y al nuevo jefe le cuesta asumir su nuevo rol”, explica Sánchez. Muchas veces, sucede por miedo a equivocarse o a que le rechacen sus antiguos compañeros. “Otra situación habitual es copiar la estrategia y el comportamiento del líder anterior o irse al extremo opuesto”.
Uno de los consejos que facilita Sánchez es que el cambio pase lo más inadvertido posible. Es decir, mantener, a grandes rasgos, la misma forma de funcionar y las mismas dinámicas de trabajo. “Es importante trasladar de una forma muy clara qué objetivos se plantean y cómo se va a realizar el cambio”, explica. “Mi recomendación es que, a no ser que sea una emergencia, no se hagan cambios bruscos. Porque a la gente no les suelen gustar y se pueden percibir como impuestos y aumentan la reactividad”.
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