Como todos sentimos emociones, pensamos que es muy fácil definir este concepto. Pero no es así. Entenderlas, comprenderlas en uno mismo y definirlas adecuadamente es algo muy diferente. Todos tenemos emociones de forma continua pero no siempre somos conscientes de qué estamos sintiendo y hay veces que no sabemos ponerlas nombres. Las emociones son el motor de nuestra vida, de nuestras acciones. Hacemos cosas porque nuestro cuerpo nos mueve en esa dirección. Y etimológicamente, emoción viene de ahí, del latín emotio (aquello que te mueve hacia algún lugar).
Desde la psicología, emoción se define como aquel sentimiento, percepción de los elementos y relaciones de la realidad, que se expresa físicamente en el cuerpo mediante reacciones externas (musculares, faciales…) e internas (como el aumento de la frecuencia cardíaca, de la respiración o de la temperatura del cuerpo).
Podemos diferenciar tres conceptos relacionados con las emociones: El propio de emoción, el de estado de ánimo y el de sentimiento. Emoción es algo más instantáneo. Una emoción es visible: la exteriorizamos. y siempre estamos sintiendo algo. Para el psicólogo Paul Ekman, las emociones son involuntarias y no tiene por qué ser aprendidas.
Un sentimiento es una experiencia interna profunda. Los sentimientos aparecen cuando, por ejemplo, le ponemos un nombre a esa experiencia interior subjetiva. Son aprendidos (por la etiqueta lingüística que les ponemos), pueden ser sociales y no tienen por qué ser visibles (pueden ocultarse o mostrar otros diferentes a los que sentimos internamente).
El estado de ánimo es algo más permanente, como una depresión. Su intensidad no es excesivamente alta, pero están más prolongados en el tiempo. Por ejemplo, tenemos varias situaciones en las que nos sentimos emocionalmente tristes, vamos a llevar un estado de ánimo de tristeza más alargado en el tiempo y podemos llegar a un estado depresivo.
Las personas tenemos un triple sistema de respuesta: Es decir, ante cualquier situación que nos ocurre, respondemos de tres formas. Hay una reacción que es cognitiva o mental (todo aquello que pensamos), otra fisiológica (cómo reacciona el cuerpo ante las emociones) y otra conductual (nuestros comportamientos).
El mundo de la ficción ha reflejado de una manera directa las emociones en varias ocasiones. Ejemplos como la serie ‘Miénteme’ (‘Lie to me’) o la aclamada película ‘Del revés’ (‘Inside out’) muestran en el mundo audiovisual una representación de las emociones. Existen cinco emociones básicas: Ira, miedo, asco (solo en la película, ya que nosotros hablaremos de sorpresa), alegría y tristeza.
Las emociones son nuestras aliadas, son una señal de aviso de que cómo estamos atendiendo a nuestras necesidades. De la misma manera que el hambre aparece cuando necesitamos ingerir alimentos, el miedo lo hace cuando nos sentimos amenazados. Por lo tanto, las emociones no son buenas/malas, positivas/negativas; sino que pueden ser agradables (cuando nuestras necesidades están siento atendidas) o desagradables (cuando son insatisfechas).
Emociones básicas:
Alegría/Felicidad: Favorece la recepción e interpretación positiva de los estímulos ambientales. Aparece porque existe una congruencia entre mis expectativas positivas y lo que tengo (logros, éxitos). Las funciones de esta emoción son placenteras, las de disfrutar. Favorece la escucha y la empatía: Con la alegría tomamos soluciones de una forma más adecuada. Fisiológicamente, aumenta la frecuencia cardíaca, la respiratoria y crecen la dopamina, serotonina y oxitocina. Mejora nuestra autoestima y nuestra autoconfianza. Los comportamientos que acompañan a esta emoción suelen ser de energía, de actividad, de acción hacia el exterior… mostrando sonrisa y gestos de apertura. La felicidad suele estar relacionada con el momento presente.
Miedo/Ansiedad: Ésta es una reacción de alarma, de activación. Es la emoción más estudiada y potente y la que más nos influye, porque cuando alguien tiene miedo puede llegar a bloquearse por completo. La principal causa es la anticipación de situaciones potencialmente peligrosas, que son nuevas y desconocidas o que generan incertidumbre, por lo que creemos que pueden ser negativas. La función del miedo es la movilización para la huida, si esa situación nos pone en riesgo. Fisiológicamente, el miedo provoca una activación muscular y respiratoria. Las hormonas que se ponen en marcha son la adrenalina y el cortisol, lo que genera una sensación subjetiva desagradable. Aparecen preocupaciones mentales y una sensación de no poder controlar esa amenaza exterior. Los comportamientos suelen tender hacia la inhibición y las conductas motoras son de temblores. El miedo está relacionado con el futuro: anticipamos algo malo que nos puede pasar.
Ira: Pertenece al correlato emocional hostilidad-ira-agresividad: La hostilidad hace referencia a la parte cognitiva, ira a la emocional y la agresividad a las conductas. La causa de la aparición de la ira es un estímulo externo que nos genera malestar, que es aversivo. Existe una frustración por una acción exterior que nos daña. Nos sentimos atrapados, de ahí esa frustración. Las funciones de la ira son la autodefensa de ese ataque exterior. Muchas veces, esa defensa se convierte en un ataque: por eso, en un ataque de ir, a veces se dan golpes y se rompen cosas. En el sistema de respuesta cognitivo, hay una focalización de toda la tensión en ese exterior negativo, en esas barreras, obstáculos que impiden pensar con claridad y tener unos procesos mentales adecuados. Fisiológicamente, aumenta la tensión muscular y la frecuencia cardíaca, pero las hormonas van a generar impulsividad y sensación desagradable. Los comportamientos, movimientos y expresiones suelen ser bruscos, de cierre. Normalmente, la ira se centra en cosas que han ocurrido en el pasado y que no se han podido solucionar adecuadamente.
Tristeza: Aunque lo parezca, es una sensación que no siempre es displacentera. Hay personas melancólicas, que disfrutan con una canción triste, cuando llueve o cuando hay una sensación de pérdida. Les hace conectar con algo que no tiene por qué ser negativo. La principal causa de la tristeza es la existencia de una pérdida, de una separación física o psicológica, una sensación de fracaso y decepción respecto a algo o alguien. Una sensación de indefensión, de no poder cambiar lo que ocurre, que no se ve acompañada de refuerzos positivos exteriores. La función de la tristeza es la conexión: cuando una persona está triste, es más probable que los demás estén a su lado, apoyando y ayudando. Fisiológicamente, la tristeza disminuye el ritmo de toda la actividad cardíaca. En el sistema de respuesta cognitivo, la sensación es de pérdida, de un daño que no se encuentra la manera de repararlo. Los duelos se caracterizan, habitualmente, primero por un periodo de ira y después otro de más larga duración de tristeza. La activación fisiológica y neurológica es elevada y, a veces, sostenida en el tiempo. La sensación o la experiencia subjetiva es de desánimo, de melancolía, de desaliento, aunque esto no siempre es vivido con negatividad. Los compartimientos se tienden a hacer más lentos, hay apatía y menos energía y los gestos y la posición corporal son hacia abajo, de decaimiento. El correlato temporal es con el pasado.
Sorpresa: Dura unos milisegundos. Rápidamente la transformamos o en alegría o en miedo, en ira o en tristeza. Es algo muy inmediato, de muy corta duración, que se produce cuando hay un estímulo novedoso e inesperado: se da una estimulación muy brusca, un sonido, un flashazo o algo que interrumpe la actividad que estamos realizando. Sus principales funciones son las facilitar que reaccionemos emocionalmente de forma adecuada, que dejemos de hacer lo que estábamos haciendo y dirigir nuestra parte cognitiva hacia la alerta que nos ha sorprendido. Activa la atención, mejora la memoria y la actividad cognitiva (cuando queremos captar la atención de alguien, hacemos algún ruido o un movimiento que les genere sorpresa y así lograr que se centre en lo que buscamos). La actividad fisiológica también es de activación neuronal y activa el reflejo de orientación. La experiencia subjetiva es de bloqueo o incertidumbre, hasta que valoramos la situación reaccionamos. Su correlato temporal es el momento presente.