Una de las cosas buenas que tiene trabajar en verano (además de la ausencia de atascos o de que tienes más aparcamiento, si tu puesto laboral está en una gran ciudad) es que muchas empresas suelen tener jornada intensiva. Entras antes y comes más tarde, sí. Pero después de acabar tu jornada, todavía te queda día para disfrutar.
Cada vez son más los trabajadores que piden extender la jornada intensiva para todo el año. En nuestro país existe una gran cultura del presentismo. Creemos que quien mejor trabaja y más produce es el que se pasa más horas sentado en su silla delante del ordenador. Y esto no es siempre así. Diferentes estudios demuestran que trabajamos mejor cuando estamos más motivados y que eso no siempre pasa por pasar más horas en el puesto de trabajo.
En El País Buena Vida han entrevistado a la directora de Idein, Elisa Sánchez, para conocer los beneficios de la jornada intensiva.
Reduce el estrés. Con frecuencia tenemos la impresión de que nuestra vida es una carrera constante: corremos para que los niños no lleguen tarde al colegio, para fichar a tiempo en la oficina… Partir el día en dos puede ser una buena manera de centrarnos en el trabajo cuando es necesario y dedicarnos a otras cosas que lo requieren: eso nos libera de mucha presión. “Los psicólogos llamamos ‘doble presencia’ a esa situación tan habitual de estar físicamente en el trabajo, pero mentalmente con tus obligaciones familiares. Eso genera mucho estrés y mucho malestar, que con la jornada intensiva se puede evitar”, afirma Elisa Sánchez Lozano, psicóloga y coach, y portavoz del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Las tardes libres también fomentan nuestra vida social, importante para descargar preocupaciones. “Contar lo que te ocurre a tus amigos y sentir que alguien empatiza contigo es un buen antídoto contra el estrés”, añade. Recordemos que las consecuencias de esta tensión permanente van del resfriado a la recaída en adicciones.
Aumenta la autoestima. Meternos en la cama convencidos de haber exprimido el día al máximo, repartiendo en su justa proporción el tiempo entre trabajo, ocio y familia, es todo un halago a nuestra autoestima, como asegura Sánchez. “Percibes que has cumplido tus objetivos. Te sientes mejor profesional y al mismo tiempo, si puedes ir al cine después, el balance te sale más pleno”, explica.
Mejora nuestro humor. Trabajar muchas horas agota: llegamos a casa con ganas de derrumbarnos en el sofá y cara de pocos amigos. “La fatiga, física o mental, afecta al estado de ánimo, al humor”, sostiene la psicóloga. ”Es muy difícil mostrar una sonrisa cuando estás cansado físicamente o sientes que tu día no ha sido productivo”.
Puedes leer el artículo completo de Miguel Ángel Bargueño en El País Buena Vida pinchando en este enlace.