Una de las situaciones más frustrantes que podemos vivir es, sin duda, la de la búsqueda de trabajo que no se resuelve a corto plazo. Una sucesión de entrevistas infructuosas, rechazos y decepciones que van minando nuestra moral y hacen que nuestra situación anímica empeore. Esta sensación se va retroalimentando y cada trabajo no conseguido se convierte en una nueva losa que hace que la búsqueda de trabajo se convierta en una espiral de la que es difícil escapar.
Para hablar sobre ello, en El Periódico han entrevistado a nuestra directora, Elisa Sánchez.
Ante este panorama desolador, es normal que un sentimiento se instale entre los parados que se encuentran en plena búsqueda de empleo: la frustración. La Real Academia Española (RAE) la define como la emoción que surge cuando se priva a alguien de lo que esperaba, pero la profesora de Psicología de la UDIMA, Elisa Sánchez, asegura que puede ir más allá. Sánchez explica que la búsqueda infructuosa de empleo genera “preocupación”, al no conocer cuando se va a lograr un empleo; “tristeza”, es común pensar que la situación es difícil y que no va a cambiar en el futuro; “inseguridad”, al culparse a uno mismo por no encontrar trabajo, y también “ira».
En cuanto a este último sentimiento, la profesora Sánchez comenta que no siempre es negativo, ya que la ira bien canalizada “nos moviliza hacia la acción y puede ayudar en la búsqueda de empleo”. El problema llega cuando esa ira se manifiesta como una expresión inadecuada, por ejemplo, en forma de violencia hacia la familia u otras personas cercanas. Otro efecto negativo es el conocido es psicología, como “ira interna”. “Cuando sentimos ira, hay una reacción instintiva de atacar para defenderse; como en ocasiones esto nos ha dado mal resultado y no sabemos gestionarla bien, la reprimimos, nos aguantamos (ira interna)”, explica la profesora que asegura que esta represión puede incluso desembocar en problemas cardiovasculares.
Puedes leer el artículo completo de El Periódico pinchando en este enlace.