Mucha gente se forma una opinión con solo una mirada. Enseguida pensamos que una compañera es un vaga porque sale 5 minutos a tomar un café, que un jefe es un tirano porque te echa una bronca o que el nuevo becario no va a llegar a nada porque su primer cometido en la empresa no ha sido de matrícula de honor. Pero, ¿es bueno juzgar de primeras sin conocer a una persona? Desde luego que no. Estamos teniendo lo que se llaman prejuicios. Y lo más probables que ni tu compañera sea tan vaga como te piensas ni tu jefe tan malvado.
En Verne han entrevistado a la directora de Idein, Elisa Sánchez, para conocer un poco más sobre estos prejuicios y lo poco conveniente que es juzgar de primeras.
“Un prejuicio es un juicio que se hace de una persona antes de conocerla, habitualmente porque se parece o tiene características en común con un grupo al que pertenece por similitud o jerarquía: los comerciales, los de marketing, los jefes, los de las oficinas centrales…”, explica Elisa Sánchez, psicóloga especialista en cuestiones laborales y directora de la empresa de consultoría y formación Idein. (…) El prejuicio parte de la base de que el equivocado siempre es “el otro”. Para Elisa Sánchez, hacer generalizaciones que anticipan los comportamientos de los demás –“los comerciales te van a vender la moto”, “los empleados se rigen por la ley del mínimo esfuerzo”, etc.,- brinda cierta seguridad y sensación de control. “Son creencias muy asentadas, las damos por ciertas y no nos las cuestionamos. Condicionan la forma en que vemos la realidad y el comportamiento de los demás. Y cuanto más alejada de nosotros esté la otra tribu, menos benévolo será nuestro juicio sobre ella”, concluye.(…) Fernando Botella, CEO de Think&Action, empresa especializada en talento y transformación empresarial, recuerda que los prejuicios son mecanismos de defensa del cerebro frente a posibles agresiones del entorno. “Tratamos a los demás no según su comportamiento, sino de acuerdo a esquemas preconcebidos que nos creamos sobre el rol que desempeñan en el mundo”, señala. Y si eso implica deformar un poco la realidad, pues se deforma. Son los llamados “sesgos confirmatorios”. “Analizo la conducta de otros con una lupa que solo capta aquello que sustenta mis creencias previas, ignorando el resto», pone como ejemplo Elisa Sánchez. «Si veo a alguien mirando a menudo el móvil confirmará mi idea de que es un vago, pero no tendré en cuenta las otras veces en que estaba trabajando intensamente”.
Para conocer un poco más sobre los prejuicios en el trabajo puedes leer el artículo completo de Ramón Oliver en País Verne en este enlace.