Cada vez son más frecuentes las empresas y organizaciones en el que se diluyen las fronteras entre jefes y empleados. La ausencia de despachos o el trato más personal hacen que veamos a nuestros jefes más como compañeros que como jefes. Pero… siguen siendo nuestros jefes. Por eso nos hacemos la siguiente pregunta. ¿Hasta qué punto deben nuestros jefes conocer nuestra vida privada?
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Para hablar sobre ello, en Elle España han entrevistado a nuestra directora, Elisa Sánchez.
Atrás quedaron ya los directivos herméticos e inaccesibles, y esto tiene su parte buena. Ahora en la oficina también hay hueco para la humanidad. Los especialistas en el campo coinciden en la parte luminosa. Jordi Isidro, psicólogo de Cedipte, opina que si las relaciones son naturales y autónomas, la conexión puede beneficiar a jefes y trabajadores al crear un clima de confianza. Para Rafael San Román, psicólogo en ifeel –plataforma dedicada al bienestar laboral–, revelar aspectos personales puede ser una herramienta: «Podemos favorecer que construyan una imagen de nosotros más completa y, con suerte, más favorable». Una visión que comparte la psicóloga laboral Elisa Sánchez: «Compartir circunstancias personales o familiares asociadas a tus necesidades puede ayudar en determinados casos. Por ejemplo, si tu pareja ha cambiado de horario, tenéis hijos y tú necesitas cambiarlo, o si tu madre o tu padre están enfermos».
(…) Hay supuestos que pueden olvidársenos cuando se borra la línea entre lo laboral y lo personal a base de contar y compartir. Por ejemplo, que tu receptor es también la persona que decide si mañana conseguirás un aumento, liderarás un proyecto, o si tendrás trabajo. «No podemos olvidar que es una relación asimétrica», advierte Sánchez. «No quita que te lleves bien, pero recomiendo ser muy prudente con lo que cuentas a compañeros de trabajo y jefes. No compartiría información que puede chocar con la ideología y con los valores».
(…)Aunque cada vez cotice más a la baja, el filtro es vital para la vida en sociedad, es la base de la buena educación. Ser de esas personas que se autodeclara ‘sin filtro’ es mucho más fácil, claro. Tenerlo implica empatía: leer al otro y actuar en consecuencia. La confianza no está reñida con el filtro –«no implica total transparencia», en palabras de Sánchez–, de la misma forma que la discreción y los limites no han de estar reñidos con un clima laboral agradable. «Lo sano es mostrar interés por las vidas de los otros pero con límites», concluye San Román. Ir al trabajo a trabajar, ser profesional en tu profesión. El sentido común del lenguaje puede ser revelador cuando las líneas se difuminan. Y si surge la amistad será bonito, será un apoyo y hasta una fuente de inspiración. Pero dejemos que surja, démosle espacio, hablemos del tiempo, trabajemos.
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