En el modelo de trabajo tradicional, sabemos que haremos un número de horas, que realizaremos un tipo de actividad determinado, con una gente más o menos conocida. En contraposición a este estilo de ‘calma’ relativa, surge un nuevo sistema: la metodología ‘agile‘. En este modo, se organiza a los empleados en diferentes grupos por proyectos, con unos plazos de entrega más reducidos. ES decir, el modo ‘agile’ es una manera de trabajar en la que se evita la dispersión y se centra toda la atención en una única tarea encomendada.
En El País Retina la directora de Idein, Elisa Sánchez, explica cómo afecta la implantación de estos nuevos modos de trabajo a los empleados de las organizaciones.
Cambiar los hábitos laborales por agile significa destinar a un proyecto todos los recursos necesarios, pero concebidos desde lo que llaman sprints. Son plazos pequeños, de alrededor dos semanas, en los que cada equipo tendrá que entregar las tareas establecidas. Todos los implicados están en permanente contacto, lo que facilita revertir situaciones inesperadas o incorporar nuevas ideas. Elisa Sánchez, consultora de recursos humanos en Idein, cree que estos procesos aprovechan el cambio para proporcionar ventaja competitiva al cliente. “Suelen ser entornos muy dinámicos en los que las personas pueden decidir sobre qué parte del producto quieren trabajar, lo que consigue que sean espacios de trabajo donde la motivación es muy alta”, añade.
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