Una de las principales quejas que tenemos de nuestro trabajo son las largas e ineficaces reuniones. Rara es la ocasión en la que no sentimos que, al concluir una, hemos perdido el tiempo. Pero, a pesar de ello, muchas veces las reuniones de trabajo pueden ser útiles.
En El País Buena Vida han contado con la directora de Idein, Elisa Sánchez, para conversar sobre la utilidad (o no) de las reuniones.
Las reuniones de trabajo tienen mala reputación porque, con demasiada frecuencia, «acaban no siendo efectivas, consumen tiempo o derivan en conflictos», reconoce Elisa Sánchez, psicóloga, consultora y formadora en las áreas de recursos humanos y salud laboral. (…) Convocar una reunión de trabajo no solo tiene sentido cuando es necesario clarificar objetivos de la organización o nuevas políticas generales, o para buscar la aceptación de una idea, proyecto o decisión. «También lo tiene para obtener reacciones inmediatas cuando la velocidad de respuesta es vital; para mejorar la coordinación interna; cuando la responsabilidad o los conocimientos sobre un asunto están muy dispersos o cuando los integrantes desean reunirse con el responsable del equipo», opina la psicóloga Elisa Sánchez. Pero hay directivos que le dan una utilidad muy diferente, que las utilizan como excusa para decirse a sí mismo que es mejor jefe.
«El responsable aparentemente cuida las directrices, pero no implica al equipo, no explica el motivo de las decisiones. Entonces se convierte en una puesta en escena de palabras vacías que en apariencia transmiten confianza a un equipo que percibe lo contrario», advierte Del Pueblo. Entre quienes desean superarse como directivos, también abunda la idea errónea de que a más reuniones convocadas, mejor llevará a cabo su tarea de dirigir.
«El número de reuniones se basa en la naturaleza del trabajo. El lanzamiento de un proyecto necesita más reuniones porque hay que hacer un seguimiento importante al principio, pero pueden ser reuniones de cinco o diez minutos para marcar objetivos, ver la evolución o dar apoyo. Tan erróneo es pensar que la reunión es un fin en sí mismo como el hecho de dar más valor y apoyo a la persona que propone la decisión que a la decisión», concluye esta experta en psicología laboral.
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