Fijarse en los detalles suele ser algo positivo. No querer fallos en tu trabajo y ser autocrítico también es una cualidad que las personas que están al cargo de un departamento profesional suelen tener en cuenta. Pero a veces, ser demasiado perfeccionista conlleva una serie de particularidades que no siempre son positivas.
En La Vanguardia han entrevistado a la directora de Idein, Elisa Sánchez, para hablar de lo negativo que puede haber detrás de una persona demasiado perfeccionista.
“Las personas perfeccionistas suelen tener baja autoestima, no sienten valor por ser quienes son, sino por hacer y tener. Como no se aprueban a sí mismo, buscan la aprobación de los demás”, expone Elisa Sánchez Lozano, psicóloga y directora de Idein.
(…)Que las cosas no salgan como el perfeccionista espera puede desencadenar un bucle de argumentos contra él mismo. “Cuando, por ejemplo, no obtiene un diez en el examen o alguien le critica y no acepta como válida su opinión, tiende a hundirse. Esto sucede porque ha identificado lo que hace con lo que es”, revela Sánchez. Esta serie de pensamientos pueden llevarlo incluso a sentirse rechazado por los demás.
(…)Este tipo de prácticas se manifiestan a diario en las redes sociales, a través de vidas a modo de escaparate que distan mucho con la realidad. Se trata de individuos que crean una quimera que ajuste el devenir a sus parámetros vitales. “Tienden a mentir, les cuesta aceptar que no hacen las cosas perfectas; esto les puede llevar a discusiones y conflictos fuertes con los demás, por ejemplo con compañeros o familiares”, indica Sánchez.
Ante situaciones difíciles, el perfeccionista intenta a esquivarlas. “Es frecuente que utilicen estrategias de huida, como dejar relaciones o trabajos, cuando surge una dificultad”, matiza Sánchez. “La depresión consiste en valorar negativamente el entorno (mi vida fatal, mi familia no me quiere), el futuro (va a seguir siendo así, no lo puedo cambiar) y a uno mismo; es lo que denomina la triada de la depresión”, continúa la psicóloga.
Puedes leer el artículo completo de Rocío Navarro Macías en La Vanguardia pinchando en este enlace.