Especialmente cuando empezamos en un nuevo trabajo, somos esponjas. Absorbemos mucha información, quizás demasiada. Y en ocasiones no nos planteamos si esas dinámicas, esa forma de hacer un trabajo es correcta o no. Simplemente lo hacemos. Lo mismo pasa en otros muchos ámbitos. Simplemente, ejecutamos. Y si nos planteamos si esa es la manera adecuada de proceder en el entorno laboral, no solemos exponer en voz alta nuestras dudas. Pero, ¿es bueno obedecer sin pensar en el trabajo?
Pues no siempre. Hay veces en las que las personas con responsabilidad son inseguras. Y en esos casos, suelen demandar una obediencia ciega en el trabajo que se realiza. Esto no es algo positivo para la organización. En multitud de casos, discrepar con educación ante un conflicto puede ser una manera adecuada para resolverlo.
En El País Retina han entrevistado a la directora de Idein, Elisa Sánchez, que ha explicado su visión sobre este tema.
Por norma general, es mejor estimular el pensamiento crítico a la obediencia ciega. Tendemos a pensar que, al rodearnos de compañeros que piensan igual que nosotros, las cosas van a fluir mejor y el trabajo va a ser más fácil, ágil y eficiente. “Esto explica por qué muchos jefes prefieren a personas obedientes, sumisas y que no les contradigan”, explica Sánchez.(…) “Si es inseguro o tiene miedo, va a inhibir o castigar cualquier iniciativa que le haga salir de lo que controla”. Y las consecuencias de esta actitud son más preocupantes de lo que podría parecer. (…) “Educamos a los niños y niñas para que obedezcan a los padres y a los profesores por defecto, en parte porque es más cómodo para ellos que no les lleven la contraria”, explica Sánchez. “Cuando llevamos 15 o 20 años cumpliendo con las normas, es muy difícil cuestionar el statu quo y aportar algo diferente y original”.
Puedes leer el artículo completo de M. Victoria S. Nadal en El País Retina pinchando en este enlace.