Hay veces en las que sabemos que alguien no está siendo del todo sincero con nosotros Y otras en las que nosotros podemos pecar de exceso de sinceridad, al más puro estilo ‘House’. Eso no quiere decir que no tengamos que hablar. Como siempre, es importante la empatía, la capacidad de ponerse en lugar de la otra persona y crear un clima de confianza para que las relaciones sean de igual a igual.
En El País Buena Vida han entrevistado a Elisa Sánchez, directora de Idein, para hablar sobre ello.
Quien ha pasado por el trance de tener cerca una persona de las que no pueden dejar de sentar cátedra sobre los demás, sabe que la ausencia de filtro se encamina habitualmente hacia la mala educación y la falta de respeto. “Es como cuando se dice eso de que ‘es que yo soy muy sincero y lo tengo que decir todo’. Hay cosas que hacen daño y no son necesarias”, subraya Elisa Sánchez, coordinadora del grupo de Salud Laboral del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
Un consejo no solicitado es una crítica. “Si das consejos a la gente sin que te lo pidan, es como una crítica. Así que no esperes que se lo tomen bien. Siempre es más prudente estar callado y dar tu opinión con respeto cuando te la pidan”, afirma la experta, a la que no le gustan quienes van dando lecciones a todo el mundo con la excusa de que es su forma de ser o, peor aún, amparándose en la liberta de expresión. Sinceridad, sí, pero sin pasarse.
La empatía no basta para calibrar la sinceridad
“Hay que diferenciar la sinceridad del ‘sincericidio’. Sinceridad es decir las cosas que piensas, pero no todo lo que piensas”, añade Sánchez. Como decía Miguel Delibes en La sombra del ciprés es alargada: “Hay cosas que se soportan mejor en la penumbra que perfiladas en toda su ingrata sinceridad”. O sea, que lo más prudente es administrarla en sus dosis adecuadas.
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