Cuando empezó el confinamiento por el Coronavirus, nuestro inicio fue con mucha fuerza. Realizamos un sinfín de actividades, cocinamos, nos intentamos poner en forma o nos pusimos con libros que cogían polvo en una estantería. Pero, poco a poco, muchos los hemos ido dejando por las series. Pero también nos ha dado tiempo para pensar cómo saldremos de ésta. Cómo será nuestra vida una vez que podamos salir a la calle más allá de ese rápido paseo con los perros o a comprar el pan. Incluso mucha gente se habrá replanteado la vida. ¿Cambiaremos de trabajo? ¿El teletrabajo ha llegado para quedarse?
En Público han entrevistado a la directora de Idein, Elisa Sánchez, para comentar cómo será el futuro cuando salgamos del confinamiento.
«Saldremos mucho más conscientes de cuál era nuestro estilo de vida y de si este realmente nos motivaba», explica Elisa Sánchez, profesora de psicología de la UDIMA. Una suerte de catarsis motivada por una contingencia que nos ha sobrepasado. «Creo que ha sido una oportunidad para que muchas personas hayan podido detener esa rutina de levantarse a las siete, llevar a los niños al cole, correr y al trabajo… y preguntarse hasta qué punto eso les llenaba». Se trata, a fin de cuentas, de ponerse frente a un espejo y contemplar −no sin cierto estupor− en qué nos hemos convertido y cómo hemos llegado hasta aquí.
«Te sorprendería la gente que te dice que se siente culpable por estar bien, de haberse dado cuenta del placer de estar a gusto en casa, con sus hijos, teletrabajando quizá, pero libre de reuniones», apunta Elisa. Como lo oyen; «culpables por estar bien». La carrera sin fondo en la que vivimos insertos no parece ser el escenario ideal en el que abordar interioridades…, en ese via crucis cotidiano apenas dejamos margen para indagar cuestiones que, según los expertos, terminan lastrando nuestra capacidad para la dicha. Hablamos, cómo no, de abrir ese melón largamente postergado que nos llevaría a preguntarnos si somos (realmente) felices, si lo que ansiamos es realmente lo que queremos y la joya de la corona: si sabemos quienes creemos ser.
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