¿Existe la envidia sana o es una frase hecha? ¿Puede un sentimiento negativo convertirse en positivo con solo añadir un «sana»? Pues sí. La llamada envidia sana es un concepto positivo, que no tiene nada que ver con las definiciones que da la RAE con la envidia ‘a secas’. La primera es «tristeza o pesar del bien ajeno». La segunda, «emulación, deseo de algo que no se posee». Entonces… ¿Qué significa la envidia sana?
Para hablar sobre ello, en El Correo han entrevistado a la directora de Idein, Elisa Sánchez.
Porque la envidia sana es eso, saludable, ya que está próxima «a la admiración», explica Elisa Sánchez, coordinadora del grupo de salud laboral del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y directora de la consultoría Idein. «Pensemos en esa amiga que habla tan bien inglés. Que cada vez que la ves hablando con un extrenjero piensas: ‘¡Qué envidia! Qué bien lo hace, creo que me voy a apuntar a clases en serio». Eso es lo sano, esa «motivación para hacer algo que otro ya tiene y que yo, si le dedico esfuerzo, también podría tener. Cuando uno siente envidia sana no se queda reconcomiéndose en su inseguridad», explica la especialista. Que distingue este concepto de la propia admiración, que estaría a otro nivel: «Yo canto fatal pero tengo una amiga que tiene una voz maravillosa. Sé que aunque me esforzara no llegaría a eso, así que no es ni siquiera envidia sana. Es, simplemente, admiración».
«La neblina que no deja ver»
Y es que la envidia es «cegadora». Stamateas la describe asemejándola a «la neblina que no permite ver», un sentimiento que se traduce en «una profunda rabia por el logro de otros» y que coloca a quien la sufre en «un plano de insatisfacción y queja permanente». De manera que el envidioso puede mutar en el que va de víctima o en el quejica (o en ambos), otros de los perfiles que el especialista recoge en su obra sobre relaciones tóxicas. «El mundo está plagado de vidas obsesionadas en vidas ajenas y muchas personas se enfrentan a diario a una envidia enfermiza». Un mal para uno pero también para los de alrededor: «El envidioso no quiere que triunfes y hablará con otros para envenenarlos, buscará aliados y tratará de boicotear tus proyectos. Su lema es: ‘Si yo no puedo, él tampoco’».
Un sentimiento que normalmente, advierte Elisa Sánchez, tiene origen en unas ‘heridas’ previas: «Hay niños que solo oyen: ‘cuidado’, que están sobre protegidos y que acaban desarrollando muchas inseguridades de adultos. Otros tienen ‘heridas’ provocadas por situaciones de rechazo, de abandono, de baja autoestima, de no sentirse queridos… Situaciones en las que el profesor se rió de él en la pizarra y le hizo sentir inferior, o en las que escuchaba a sus padres decirle lo bien que su amiguito jugaba al fútbol, las notas que sacaba, lo estupendamente que se portaba… Y eso fue generando un sentimiento de inferioridad».
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