Hace unos años comenzaron a proliferar una serie de empresas que vendían que tenían una «cultura laboral» diferente. Empresas en las que, se decía, no había ni jefes ni empleados. Todo el mundo era compañero. Una gran familia, por así decirlo. Y otras empresas comenzaron a copiar esa línea. Poner un futbolín, una sala de descanso, café o agua gratis, unas plantas en los pasillos… Un ligero retoque estético y, con eso, parecía que todo había cambiado. Pero… ¿Es realmente así? ¿Tiene nuestra empresa una cultura laboral sana?
Para hablar sobre ello, en Elle han entrevistado a la directora de Idein, Elisa Sánchez.
Los que llevamos pocos años por aquí entramos a un mundo laboral sostenido sobre esa cultura corporativa un pelín sectaria. Entramos y no cuestionamos porque entramos agradecidos y en deuda. Por todas partes se escuchaba: había precariedad. Poco a poco, sin embargo, las miras comenzaron a ensancharse. Elisa Sánchez, profesora de Psicología Laboral en la UDIMA y directora de la consultora laboral Idein, explica como hacia finales de la década de 2010 fuimos testigo de nuevas formas –teletrabajo, flexibilidad– y valores –diversidad, cuidado del medioambiente– en el mundo laboral; formas y valores que, poco a poco e impulsados por una pandemia que nos hizo parar y pensar, comenzamos a demandar y a buscar en otros lugares.
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En la pandemia, el trabajo calificado como ‘no esencial’ quedó recluido al hogar. Sin cafés ni desayunos ni cotilleo: al desnudo. Sin el atrezo fue más fácil ver lo que fallaba: «Vimos como muchas empresas, a pesar de que se les llena la boca al decir que lo más importante son las personas, siguen estando exclusivamente orientadas a resultados. Si te pagan un curso de mindfulness, pero te siguen presionando con tiempos y resultados, no sirve de nada, es maquillaje», explica Sánchez.
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El cambio es más sencillo cuanto menor la costumbre, y por eso el cambió ha empezado con los que llevamos pocos años por aquí. «La generación X y parte de los milenials piden libertad y autonomía, diversidad, que no haya discriminación salarial», apunta Sánchez. Pero sobre todo, dice, piden coherencia, «que los cambios en la sociedad se vean reflejados en la empresa, que no sea solo maquillaje, que se cuide de verdad a los trabajadores».
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