Los Ertes o Expediente de Regulación Temporal de Empleo consisten en una suspensión del contrato de carácter temporal. Están regulados por el artículo 47 del Estatuto de los Trabajadores y, de la misma manera que los Eres, están controlados por la Inspección de Trabajo. Ahora, con la crisis generada por el Coronavirus, están apareciendo en las noticias numerosas empresas que piensan realizar Ertes. También es previsible que se produzcan despidos, pérdidas definitivas de empleo.
Los efectos más significativos de un despido son las repercusiones económicas y las relacionadas con la realización profesional. Además es importante tener en cuenta otros aspectos, principalmente psicológicos, como son el sentimiento de rechazo, de valía (muy relacionado con la autoestima y también con el sentimiento de pertenencia). Esto puede añadir una gran carga emocional a la situación de confinamiento y cuarentena que estamos viviendo estos días.
Algunas recomendaciones ante un despido o un Erte son:
- No tomarlo como algo personal; si bien nunca es recomendable, en estas circunstancias excepcionales marcadas por el contexto externo, menos aún.
- Buscar información y asesoramiento legal adecuado (profesional) sobre los pasos que tenemos que realizar.
- Pueden aparecen síntomas somáticos como: insomnio, cambios en la alimentación, palpitaciones, etc. Fomenta los hábitos saludables y el autocuidado; serán unos días difíciles y es conveniente cuidarte en todo lo posible.
- Busca opciones para obtener lo que necesitas, tanto en el ámbito económico (asesoría legal, realiza cálculos económicos realistas de necesidades, etc.) y de realización profesional (de qué forma te puedes mantener activo y ayudar a otras personas). Busca el equilibrio entre el descanso y mantenerte activo.
En relación con las emociones que sentimos en estas situaciones:
- Es natural que aparezcan en una situación así; dentro de lo posible intentar asumirlas y aceptarlas; evitar negarlas o suprimirlas porque lo que resistes, persiste.
- Identifícalas, ponles nombre, porque cada una de ellas tiene un significado diferente; vamos a comentar las tres más frecuentes:
- Miedo (ansiedad, preocupación, nervios, agobio, angustia, estrés, etc.); es una reacción de protección ante una situación amenazante, anticipamos un futuro desagradable y negativo. Una recomendación es evitar reacciones impulsivas, evita anticipaciones catastrofistas, lo más probable en esta situación es que sea temporal, un paréntesis en tu vida profesional. Piensa en las cosas que sí tienes y las técnicas de relajación y respiración son muy eficaces para combatir esta sintomatología.
- Tristeza (apatía, pesimismo); estás pasando un duelo, por ello la mente y el cuerpo piden parar y repensar el futuro con este cambio sobrevenido. Llorar es una expresión sana de la emoción y suele favorecer el desahogo y la calma.
- Ira (enfado, enojo, frustración, agresividad, rechazo). Exprésala de una forma adecuada, sin agresividad verbal o física , sin descargarla o desviarla hacia otras personas. Pensamientos de venganza no suelen ser adecuados porque activan y prolongan el malestar, es como seguir echando leña al fuego.
- Es frecuente que se entremezclen y te sientas con altibajos, como en una montaña rusa durante los primeros días.
- Exprésalas de forma adecuada, puedes compartirlo con alguien de confianza que te trasmita comprensión y apoyo.
- Si te sientes desbordado pide ayuda profesional, alguien que te pueda acompañar durante este proceso.
¿Cómo podemos ayudar a alguien afectado por la pérdida de trabajo?
Si alguien de nuestro entorno se ve envuelto en esta situación, la primera recomendación es la escucha empática y el apoyo incondicional. Que perciba que estamos a su lado, que somos su apoyo. Más que hablar o dar consejos, lo adecuado es escuchar y mostrarnos abiertos a lo que dice y aceptar lo que siente. Estar para lo que necesite. Si quiere hablar, escuchar. Si no, respetar ese silencio.
Hay que tener en cuenta qué es la empatía. Empatía no es hablar de nosotros o identificar y comparar sentimientos y situaciones (“Yo lo he pasado peor”, “Si a mí me echasen les daría las gracias”, “Sé como te sientes”, “Ya has superado situaciones más difíciles”, etc. Empatía es ponerse en el lugar de la otra persona, escuchar y animar.
Posiblemente, la persona afectada por la pérdida de empleo tendrá altibajos y mezcla de emociones: a veces no nos entendemos ni nosotros mismos y no sabemos lo que queremos. Podemos proponer, sugerir y pedir de manera respetuosa. Pero no dar órdenes (“lo que tienes que hacer es salir y desconectar”), imponer nuestro punto de vista (“la única manera es pasar página rápido y ponerte a enviar cv ya”), enfadarnos (“no entiendo por qué lloras cuando no estabas a gusto en ese trabajo, tienes que levantarte ya y ponerte en marcha”.).
Es preferible acompañar de manera suave, respetuosa y empática. Podemos mostrar empatía con expresiones del estilo: “entiendo que lo estés pasando mal, que es importante para ti”, “es algo que no estaba en tus planes y te sientes mal”, etc. Aunque lo mas probable es que lo que necesite sea hablar, desahogarse o hablar de otras cosas y no escuchar nuestras opiniones al respecto.
Los límites que podemos poner son favorecer el autocuidado: que duerma lo suficiente, que se alimente bien, que haga ejercicio, que no se aísle, etc. Es decir, si vemos que no se cuida, sí podemos mostrarle nuestra opinión y animarle a hacerlo.
A modo de resumen, las pautas son:
- Mostrar apoyo incondicional, estamos a su lado para lo que necesite cuando lo necesite (si ahora no quiere hablar o necesita estar solo/a)
- Escucha empática y respetuosa
- Adaptarnos, ser flexibles
- Promover su autocuidado
¿Qué es lo que no debemos hacer?
No es el momento de hacer valoraciones críticas (“para lo que te pagaban…”, “si no te gustaba ese trabajo”…) ni de infravalorar la situación o su reacción (“no merece la pena estar triste”). Tampoco de crear falsas esperanzas a la persona que se ha visto afectada por un despido (“enseguida vas a encontrar algo mejor”).
Hay una tendencia natural a intentar cambiar la situación o cómo se siente la persona, dando nuestras opiniones al respecto. Es algo natural, porque nos cuesta conectar con esa emoción de tristeza, de frustración. Nos recuerda momentos en los que nosotros hemos estado así. Por eso no es momento de decir lo que tiene que sentir o hacer: “Ya han pasado unas semanas, no deberías seguir triste”, “deja de estar quejándote todo el día”, etc. Es un momento de estar ahí (de manera telemática si esta persona no vive con nosotros), escuchar y dar todo nuestro apoyo. Es preferible, antes que dar un consejo no solicitado.